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Me gustaría dar la bienvenida a todas aquellas personas que entren en este blog, el cual hago con mi sincera opinión sobre los temas de actualidad, deporte y lo que vaya saliendo.

viernes, 23 de marzo de 2012

MI HERMANO, CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA


En 1973 ocurrieron una serie de hechos que jamás olvidare. Son recuerdos que aún hoy no se han borrado de mi cabeza, así que he decidido escribir uno de ellos y hacerlo público.

Un viernes cualquiera, estábamos en una tienda que, por aquellos años, era muy conocida en Sevilla por vender pantalones con una oferta de 3x2. Se llamaba “La Meca de los pantalones” y estaba justo a un lado de la calle Sierpes, esquina con La campana. Allí estábamos mi madre, mi hermano y yo. Era un gran día para mí: por fin unos pantalones nuevos. El contenido de mi armario era casi todo heredado de mi hermano mayor que me llevaba 9 años de diferencia, así que mi vestuario no era de moda (más bien era de otra época). Uno para mi madre, otro para mi hermano, y el de regalo para mí.

Estaba feliz. Yo tenía sólo 9 años y mi hermano 18. Él era “el guaperas”, el que mejor jugaba al billar francés, el que mejor bailaba y el que más ligaba de todos los que yo conocía. Era la época de los pantalones de campana, las camisas con grandes cuellos, los jerseys que parecían que quedaban pequeños y los pelos largos. Esa era la moda y así vestía mi hermano sin que le faltara detalle alguno. Por aquel entonces, en mi barrio había dos discotecas de moda: la Zapin y la Zíngara. Allí era donde el que estaba de moda acudía a bailar “El Bimbó” de Georgie Dann, que pegaba muy fuerte.

Mi hermano era un buscavidas de la época, pero con un camino no muy honrado. Sus trapicheos estaban a la orden del día. Nunca había cometido delitos de hurtos pero sí de venta de drogas. La suerte le acompañaba: ganaba dinero y no le detenían… pero todo tiene un fin. Su suerte había cambiado y de qué manera. Al siguiente día de las compras familiares, mi hermano Antonio se fue a la Zíngara. Frente a la entrada, estaba yo con unos amigos en unos escalones en los que nos reuníamos para ver a los que les dejaban entrar. Nosotros éramos menores, pero todos queríamos ser mayores para entrar allí.

De repente, varios coches y furgones de la policía se subieron a la acera de la puerta de la discoteca. Era una redada en plena discoteca, con más de 300 personas dentro que bailaban alegremente. Entre los detenidos estaba mi hermano. Yo corrí a mi casa para avisar a mi padre. Bajamos y fuimos hacia donde estaba la policía. Tras querernos parar uno de ellos, mi padre saco su carné de oficial de telecomunicaciones que, como funcionario, Franco le había otorgado, permitiéndonos el paso. Pero ya era tarde. A mi hermano ya se lo habían llevado acusado de haberle dado una pedrada a un policía el día anterior, ese mismo en el que estábamos de compras a la misma hora.

Yo pensé que, al no haber sido él, lo pondrían en libertad pronto. Pero después de acudir a la famosa comisaría central de la Gavidia, empezaron a soltar con cuenta gotas a muchos de ellos, pero ninguno tenía el pelo largo. Los familiares esperábamos que el siguiente fuese nuestro hijo o hermano. Sobre las cuatro de la mañana, salió un policía diciendo que ya no soltaban a nadie más.

Eran 13 los acusados de haber tirado una piedra y causarle lesiones a un compañero y todos tenían el pelo largo. Mi primer pensamiento fue: ¿cómo sería la piedra para que 13 personas fueran culpables de agredir con ella al agente? Al día siguiente, mi hermano fue trasladado a la cárcel de Las Candelarias junto a los otros 12. Todos serían juzgados y condenados sin pruebas como autores del delito mencionado.

Yo sabía que él no era un santo, pero también sabía que él no había tirado ninguna piedra. Tras un juicio del que no teníamos conocimiento, nos enteramos de que le condenaban a 2 años de cárcel. ¿Qué podíamos hacer? Un amigo de mi padre le prometió su ayuda. Se trataba de un vecino policía el cual conocía la historia de las compras del día anterior a los hechos. Nos dijo que buscásemos a tres falsos testigos que aseguraran que ellos estaban ese día con él y con nosotros. Tras pagar una fianza a fondo perdido dos meses después, mi padre consiguió liberar a mi hermano.

Durante ese tiempo, mi madre y yo acudíamos todos los días de visita y le llevábamos tabaco que le entregaban descontando una comisión por parte de los que allí se encargaban de realizar la entrega. Al salir dijo que la próxima vez que le encerraran sería por algo por lo que fuera culpable. Ya jamás sería el mismo. Se convirtió en una persona muy violenta y temida en el barrio.

Dos años después le tocaba el servicio militar. Lo mandaron a Araca, provincia de Álava. Al mes de estar allí, debido al frío que decía que pasaba, decidió alistarse al Tercio de la Legión Gran Capitán de Melilla. Esto sólo empeoró su forma de ser y lo convirtió en una persona egoísta, salvaje y se metió en drogas más de lo que ya lo estaba. Esto se dio porque era una ciudad donde el cannabis y sus derivados eran baratos y fáciles de conseguir, además de la ya conocida afición de los legionarios a ella.

Una vez acabado su servicio militar, su única idea era la de ganar dinero fácil sin trabajar y la verdad es que lo consiguió. Tenía coche, dinero y no le faltaban las mujeres a su alrededor. Muchos dependían de él para los trapicheos que hacían. Mi padre me decía que su único fracaso en la vida había sido tener un hijo así, un hijo que no merecía tener. Menos mal que yo era todo lo contrario a mi hermano según mi padre. Eso fue quizás lo que me apartó del camino que me llevaba a querer ser como él. Me di cuenta de que tarde o temprano acabaría mal y, tras mucho sufrimiento por parte de los más cercanos, le llegó su hora.

Su adicción era tal que nunca tenía bastante. Las drogas eran su forma de vida y en los principios de la heroína él ya era todo un maestro, pero poco le importaba sus consecuencias. Él me dijo un día: “Me da igual cuando me muera, yo voy a vivir a tope lo que viva”. Su médico, que estaba bastante interesado por el caso y que luchó por salvarlo, le pidió que dejara las drogas en infinidad de ocasiones. Pero eso a él le daba igual, su mente no pensaba con claridad.

Tras más de 20 años de aquella redada, de muchos delitos, entradas y salidas en la cárcel, y con 39 años, varios de ellos enfermo, mi hermano murió. Había destrozado su vida y la de los de su alrededor. Yo sabía que jamás podría olvidar muchas cosas de las que él hizo en vida, pero creo que su muerte era lo mejor que nos podía pasar. Supuso un descanso para todos. Las últimas palabras que me dijo fueron para pedirme que le fuese por unos porros, a lo que el médico me dijo: “¿Por qué no? Ya más daño no le va a hacer”.

Así que me dirigí a uno los puntos de venta para comprárselos. Tras pedírselos al vendedor, que era un conocido mío y amigo de mi hermano, me dio lo que se puede llamar su “última voluntad” sin cobrarme, porque él sabía que sería la última dosis.

Esto lo escribo como recuerdo a mi padre que, gracias a él, no fui nunca como mi hermano y que jamás podré olvidarlo por tanto que me dio y que hizo por salvar a quien jamás quiso ser salvado.

7 comentarios:

  1. Conmovedor...una historia dura...!!
    Tuviste un gran padre, me alegro que eligieses la opción acertada...

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  2. Muchas gracias si mi padre fue el autor principal, aunque también me ayudo mi mujer que por aquellos entonces era mi novia

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  3. En la vida, cada lado negativo tiene una enseñanza, la tuya fué saber elegir el camino. Algun dia todos comprenderemos que hacer feliz a los demás es el motivo principal de nuestra existencia. Se y haz feliz a los demás.

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  4. Una historia muy triste pero tratada con mucho cariño MI SALUDO Y SIGUE ASI

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  5. Gracias por vuestros comentarios, por motivos laborales me veo obligado a estar algo parado, pero en cuanto pueda seguiré dando la lata un saludo a todos.

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  6. Animo compañero, te podría contar de mi vida un episodio calcado sin el tema de las drogas y la cárcel pero echos parecidos, y en el cual también perdí a un hermano, como ves cobra vida el famoso dicho de que en todas partes cuecen habas.
    Aunque te duela no lo olvides nunca, piensa que el destino esta escrito y no era el tuyo, tuviste la fortuna de tener un padre fuerte en tiempos difíciles, seguro que esas dos caras del espejo te ayudaran en tu vida.---- salud y fuerza ---- Lmoabad

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  7. Gracias por tu consejo Lmoabad UN SALUDO AMIGO

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