Después de aproximadamente una hora, bingo: me ha había salido el número. Con la alegría de que me había tocado, fui empujando la camilla mientras se me venía a la mente la imagen de los carros del Alcampo. La camilla iba para adelante pero en diagonal, avancé y, a punto de llegar a la consulta 7, escuché una voz que me preguntaba: “¿le ayudo?”. Era una celadora encantadora. Entonces pensé en decirle que no, que ya para lo que me quedaba lo dejara para otro día. Pero seguí en la línea de ser amable y le dije: “sí, gracias, muchas gracias”. Me contestó que no había de qué, que para eso estaban (¿Para qué estáis? ¿Para empujar sólo 2 metros?). En fin, eso que me ahorré de empujar.
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