La historia de una
dependencia
Todo comenzó cuando mi padre falleció.
Solo unos días antes, como si de una premonición se tratara, tuvimos una
conversación que jamás olvidare. En ella me daba sus instrucciones y recomendaciones
por si le ocurría algo. Debido a los muchos problemas de salud física y mental que
padece mi madre, me dijo que no intentara nunca tenerla en mi casa, y que la
ingresara en una residencia asistida, y eso fue lo que hice mientras pude.
Mi madre en la actualidad tiene
80 años. Son muchos los que lleva enferma y necesita de una persona las 24
horas del día. Aunque en principio no iba a especificar sus enfermedades, he
cambiado de opinión. Os detallo el dictamen técnico facultativo del equipo de valoración y orientación del centro
de la ciudad de Sevilla, del que sólo
resalta las más importantes:
1-
TRASTORNO DE
COORDINACION Y EQUILIBRIO
ENFERMEDAD EXTRAPIRAMIDAL
IATROGENICA
2-
TRASTORNO COGNITIVO
TRASTORNO
MENTAL ORGANICO
VASCULAR
3-
TRASTORNO MENTAL
ESQUIZOFRENIA
PARANOIDE
NO
FILIADA
Tras buscar mucho, opté por
la que nos pareció la mejor. El problema era que costaba 300 euros más de lo
que ella cobraba por su pensión. Mi mujer y yo trabajábamos, así que no nos
importaba aportar dicha cantidad de dinero para que estuviese en las mejores condiciones
y cuidados. No obstante, solicité una residencia de la Junta de Andalucía, y de
esta manera emprendí una cruzada para una valoración de grado de dependencia,
que a día de hoy continúa.
Pasaba el tiempo y llegó la maldita
crisis, que afectó de lleno a mi hogar. Primero a mí, y tres meses después le
tocó a mi mujer. Ahora ambos engrosábamos las listas del INEM, estábamos sin
trabajo.
Ahora ya no podía sumar a su pensión
el importe necesario para que continuase en una residencia asistida y tuve que
alojarla en mi casa. Con mi subsidio de desempleo y su pensión vivimos luchando
durante años, mientras esperábamos la valoración de su grado para obtener una
residencia de la Junta de Andalucía.
Según me
recomendaron, solicité que el tribunal médico valorara su grado de minusvalía. Primero
solicité una residencia para ella a la Ley de Dependencia. Vivimos en Sevilla y,
después de años de espera, me incluyeron en una lista de espera para una
residencia en Huercal-Olvera, provincia de Almería, a 460 Km. de distancia de Sevilla.
Les comuniqué que estaba
demasiado lejos de nuestro domicilio. Al rechazar dicha lista de espera para
esa residencia, volvíamos a ser “los últimos de la fila”, por lo que todo lo
hecho y esperado había sido en vano. Se ve que para la administración la
distancia de 460 km de ida y otros tantos de vuelta para ver a mi madre les
parecería adecuada.
Aquí va el relato por fechas
de una lucha por una residencia asistida primero, y por una ayuda a la
dependencia después, que a día de hoy aún sigo esperando.
El 28 de abril del 2005
solicité el ingreso en centro residencial para personas mayores en la Conserjería
para la Igualdad y Bienestar Social.
El 7 julio del 2006 se me
comunicó que se incluía en una lista de espera para una residencia en
Huercal-Overa, Almería a 460 km de distancia de Sevilla, sin saber para cuando
estaría dicha plaza disponible. Después de ser rechazada, se me advirtió que,
de no contestar antes de 15 días, todo habría sido tiempo perdido. Esta
información me llegó firmada por la que entonces era jefa de servicio de Gestión
de Servicios Sociales, la Sra. Mª Trinidad Pérez Márquez.
Si bien al no estar de acuerdo
con la distancia que la separaba de mi domicilio, perdí el turno y tuve que empezar
de nuevo. El mismo día tras seguir instrucciones y por carta certificada, envié
mi negativa a trasladar a mi madre tan lejos para ni siquiera poderla visitar.
El 17 abril 2009 se me
comunicaba que la valoración de mi madre estaba por debajo de los 200 puntos y
con esa citada puntuación seria muy difícil la inclusión en las listas de
ingreso en una residencia. Vaya sorpresa. Para Almería sí tenia puntos pero
para una más cercana parece que no.
Por ello, me sugerían que
solicitase la valoración de la dependencia en el Centro de Servicio Sociales más
próximo a mi domicilio, con el fin de actualizar la situación como demandante
de un recurso residencial. Dicha recomendación me la ofrecía el Sr. Jefe del
Servicio de Gestión de Servicios Sociales, Francisco Javier González Mateos, al
que hice caso. El 22 de diciembre 2010 ya
estaba toda la documentación entregada y solicitada de nuevo para volver a iniciar los trámites del procedimiento.
Tras seguir los
procedimientos impuestos por dichos estamentos, y transcurrido mucho tiempo (concretamente
el día 22 de julio 2011 había tenido entrada la resolución en la que se le
concedía una Dependencia Severa Grado II Nivel 2), ya los 200 puntos quedaban
muy lejos. Se me comunicó por carta que el día 13 de octubre a las 13,35 se realizaría
una visita por parte de una Trabajadora Social de la zona para la elaboración
de Programa Individual de Atención, y lo firmaba la Coordinadora de Concejalia
de Bienestar Social, la cual tenía una firma ilegible.
Llegado el día se me
ofrecieron varias opciones: una ayuda económica de 325 euros o 2,5 horas
diarias de asistenta social con 55 horas al mes como máximo y la tele
asistencia. Y la feliz noticia de que me habían
nombrado oficialmente como cuidador de mi madre, cosa que hace años
llevo haciendo.
Estando a la espera de una
contestación que aún no ha llegado, inicié también el reconocimiento de un
tribunal médico, donde después de un tiempo le fue reconocida un 81% de minusvalía,
y donde por fin me daban algo: el título de cuidador, la tarjeta de minusválida
y la tarjeta de aparcamiento para el coche. ¡Toma ya! ¡Qué gran noticia!
El 12 de agosto del 2013 decidí
solicitar la revisión del grado y nivel de dependencia, aportando nuevos
documentos de empeoramiento y reconocimiento de grado de minusvalía, del que aún
estoy a la espera de que me citen y me sigan dando capotazos como si de un toro
de lidia se tratara.
Todos los trámites empezaron
el día 28 de abril del 2005. Aún la crisis no había llegado. Hoy, a 5 de
noviembre de 2013, sólo he conseguido la tarjeta para aparcar el coche en zona
de minusválido y una tarjeta que acredita que tiene un 81% de grado de minusvalía.
Y, cómo no, el reconocimiento como cuidador de mi madre.
La lucha sigue. Las fuerzas
se nos acaban. Su empeoramiento es visible y el estado de los que la rodean, mi
mujer, mi hijo y yo, estamos al límite. Convivimos en la misma vivienda y
estamos muy afectados física y mentalmente, pero a nuestras instituciones eso
le importa muy poco. Son casi 9 años de procedimientos, valoraciones, recursos
y revisiones sin obtener ninguna ayuda para aliviar una situación que empeora
por día y ellos llevan años sin resolver.
A todos los que se encuentren
en situaciónes similares a la que vivimos, os deseo de corazón más suerte con
las personas que os lleven vuestros casos, unas resoluciones más prontas y favorables que la
mía.
JUAN MANUEL MARTÍN FERNÁDEZ